24.4.15

Sant Jordi desde la distancia

Segundo año que no estoy ahí para Sant Jordi.

Segundo año que no puedo pasear entre rosas, libros y "senyeres" o recibir sonrisas de desconocidos tan eufóricos como yo por celebrar lo que a mí me parece el día más bonito del año. Barcelona se vuelve mágica, la gente sale a la calle con ganas de disfrutar de simplemente estar ahí.


Este año las cosas han sido un poco diferentes. Hemos celebrado el día de Sant Jordi en Viena y hemos intentado mantener las tradiciones y añadir alguna que otra nueva...

En general, todos los que me leéis, ya sabéis de qué va esta fiesta. Pero para aquel que no lo sepa (y aquí viene el dato histórico que sé que todos esperáis...) os explicaré un poquito por encima por qué a los catalanes nos gusta tanto este día.


El día de Sant Jordi conmemora la supuesta muerte de este santo, el 23 de abril de 303. Dado que es nuestro santo patrón, lo lógico es celebrarlo, ¿no? De ahí que se engalane la ciudad con las banderas de nuestra comunidad. Pero además, en 1995, la UNESCO proclamó este día como Día Mundial del Libro, (ya que el 23 de abril de 1616 murieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare) así que es la excusa perfecta para regalar libros a todos tus seres queridos.


Pero, ¿por qué el chico le regala una rosa a la chica?

La costumbre se remonta al siglo XV. Por aquella época existía la Feria de las Rosas y a las mujeres que el 23 de abril asistían a la misa oficiada en la capilla de Sant Jordi del Palacio de la Generalitat se les regalaba una rosa.

 
A mí me gusta más la leyenda de Sant Jordi. Según la tradición, la villa de Montblanc estaba siendo aterrorizada por un colosal dragón. La bestia se había instalado a las afueras del pueblo, infectando el aire y el agua con su aliento apestoso y causando estragos entre el ganado. En su búsqueda de alimento, cada vez se aproximaba más a las murallas, por lo que los vecinos tuvieron que buscar una forma de mantenerlo apartado. Empezaron dándole de comer ovejas; cuando éstas se acabaron, siguieron con los bueyes, y luego con los caballos. Hasta que no tuvieron más remedio que sacrificar a los propios habitantes. Se metieron los nombres de todos en un puchero (tipo los Juegos del Hambre...) y cada día una mano inocente decidía quien moriría la mañana siguiente. Pero una tarde, la escogida fue la princesa. Dicen unos que el rey lloró y suplicó a sus súbditos por la vida de su hija, pero que de nada le sirvió; otros dicen que el rey entregó a su hija con valentía y entereza. En cualquier caso, la joven salió de las murallas y se dirigió hacia su triste destino.

Cuando el terrible dragón avanzaba hacia ella, surgió entre la bruma un hermoso caballero vestido de blanco sobre un caballo blanco que arremetió contra la bestia acabó con ella con un certero golpe de espada. Dicen unos que el dragón se fundió y fue absorbido por la tierra; cuentan otros que un gran charco de sangre se formó a los pies del caballero. Sea como fuere, en aquel mismo instante creció un rosal y de sus ramas brotaron rojas rosas. Jordi, que así se llamaba el caballero, obsequió a la princesa con una de esas rosas.



En cualquier caso, la Diada de Sant Jordi tiene cierto aspecto reivindicativo de la cultura catalana. En toda Cataluña se venden rosas y libros, donde a los puestos habituales (los de Las Ramblas, por ejemplo) se añaden otros para la ocasión. En las últimas décadas se promueve también mucho la venta de libros con firmas de los autores y un descuento en el precio de venta. Lo curioso es que a pesar de su amplia celebración a lo largo y ancho de toda Catalunya, se trata de un día laborable, aunque todos los catalanes lo sentimos como festivo.

Y a falta de pan, buenas son tortas (que diría el refranero). Así que aquí en Viena, a pesar de que no se conoce este día, buscamos alguna actividad que se celebrara y que tuviera algún rasgo en común. Y como no podía der de otra manera, la encontramos. Se lo comenté a Noe (y a Valentina) y como también están acostumbradas a celebrar el Sant Jordi, se apuntaron encantadas.

La Librería, la única tienda en Viena que vende libros en castellano (que no sean diccionarios o libros de cursos de español, ya me entendéis...). Pues por ser el Día Mundial del Libro organizaba un pequeño festejo con cuentacuentos para los más pequeños (a partir de los 3 años), con un pequeño sorteo de libros y detallitos para todos los peques asistentes. ¡Muchas gracias por esta iniciativa!



 



Zipi y Zape "comiéndose" el detallito :)


Amalia, una de las dueñas de la Librería.

 
Pero a pesar de los km que me separaban de mi Barcelona querida, hubo gente que hizo que esa distancia fuera un poquito más corta. A pesar de estar en Viena, ni Ariadna ni Irene ni yo nos quedamos sin rosas (gracias Iñigo, gracias papi, ¡os queremos muchísimo!), también recibí mensajitos y whatsapps con rosas virtuales y felicitaciones varias, así como una sorpresa muy dulce enviada desde Bcn que nos hizo mucha ilusión (Sara, moltes mercès!!). Total, que aún viviendo en otro país, ayer sentí el calor de mi gente que me hizo querer aún más un día como el de Sant Jordi.

Gracias a todos de corazón.

Por la mañana se presenta en casa una señora de 70 años con esto...

¡Era de la floristería! Me traía un pedazo de ramo de rosas rojas para celebrar el Sant Jordi. ¡Mil gracias Antwan!

Los "besitos" de Sara, que habrá que degustarlos con calma y, sobre todo, escondérselos a las peques...

Nuestro botín literario (a falta de que Amazon nos haga entrega aún de un par de cosas más...)


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